«No estamos luchando contra poderes humanos, sino contra malignas fuerzas espirituales del cielo, las cuales tienen mando, autoridad y dominio sobe el mundo de tinieblas que nos rodea. Por eso, tomen toda la armadura que Dios les ha dado» (Efesios 6: 12-13).
«¡Mas historias satánicas!!!», gritó una muchacha pidiéndoles a sus amigas que continuaran contando relatos de fantasmas, duendes, brujas y demonios. Aquella noche el ambiente parecía propicio para los relatos del mundo de las tinieblas. Como mi mamá era todavía muy jovencita, no le estaba permitido salir de la cabaña durante la noche, así que tuvo que quedarse sentada con las demás muchachas y escuchar aquellas historias mientras, en su interior, oraba con miedo. La joven continuaba pidiendo más historias diabólicas cuando, de pronto, en medio de una historia, dio un salto y comenzó a agarrarse frenéticamente el cuello. Parecía que intentaba sacarse algo de encima. Finalmente dijo como pudo: «Me está ahogando». Las muchachas entraron en pánico y entonces mi madre sugirió orar en el nombre de Jesús. Al solo mencionar el nombre de Jesús, aquellas manos invisibles soltaron el cuello de la muchacha que, exhausta, pudo respirar de nuevo. En cuestión de segundos le aparecieron unas marcas rojas de manos a ambos lados del cuello. Ella quería oír cosas de Satanás, y vaya si las oyó.
Esta historia es real y te la cuento porque quiero que sepas que Satanás es real. No es alguien con quien se pueda jugar ni coquetear. Muchos jóvenes creen que pueden intentarlo, y se arriesgan jugando a la ouija o yendo a que les echen las cartas del tarot. Mejor no invites al diablo a tu vida ni en cosas que te parezcan insignificantes. No se puede jugar con él, porque lo más probable es que salgas perdiendo,
Pablo nos recuerda en Efesios que no solo luchamos contra poderes humanos, sino contra poderes sobrenaturales de las tinieblas que obran en el mundo. Son reales y hemos de tenerles miedo, pero sabiendo que Jesús nos da el equipo que necesitamos para combatirlos. La armadura de Dios que nos protege del mal consiste en: tener fe, conocer la verdad, amar la justicia y cubrirnos de la salvación. Estas cosas nos equipan para hacerle frente al mal. Así que la próxima vez que algo salga terriblemente mal en tu vida, recuerda que no estás luchando a solas contra las circunstancias sino que existe un gran conflicto. Tenemos un enemigo, pero también tenemos un capitán que ha vencido el mal. Por eso Satanás huye cuando oye su nombre,