«Porque tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; fui forastero, y me dieron alojamiento; necesité ropa, y me vistieron; estuve enfermo, y me atendieron; estuve en la cárcel, y me visitaron» (Mateo 25: 35-36, NVI).
No vayas al estacionamiento ni hables con ese desconocido, aunque sea el estacionamiento de la iglesia —me aconsejó una de las maestras.
Nos habíamos dado cuenta de que un hombre desaliñado calentaba su café allí.
—¿Deberíamos llamar a la policía? —preguntó el tercer adulto que estaba presente.
—Queremos que nuestros niños estén seguros aquí, pero ellos también lo vieron llegar en su bicicleta, estacionarla y comenzar a calentarse las manos.
—De repente tengo la sensación de que debiera ofrecerle algo de comida —dije, —Iré contigo, por seguridad —ofreció Alisha.
—¿Tengo que irme de aquí? —preguntó el desconocido cuando nos acercamos. Le respondimos si quería comida y le ofrecimos ayuda. Él nos contó su historia: —Hace veinte años que me fui de la casa de mi padre. Estoy tratando de recorrer los últimos cien kilómetros hasta Colorando Springs, para intentar reconciliarme con él antes de que muera. Estoy en la última parte del camino, pero es difícil pedalear, en este clima tan frío.
—¿Podemos orar por usted? —le pregunté.
—Sí, por favor —respondió él.
Al elevar a Dios en oración a este hombre en apuros, él comenzó a llorar. Luego nos agradeció nuestra generosidad, recogió sus cosas y se fue. Estoy agradecida por haber escuchado al Espíritu Santo, que me dio el valor de caminar esos metros para ministrar a un indigente y recibir una bendición de ese santo encuentro. Cuando me fui de la escuela, unos minutos después, yo era una persona cambiada, con una confianza más profunda en Dios… y más amor en mi corazón por la humanidad sufriente.
Al escuchar y obedecer al Salvador, él nos transformará, enseñándonos a amar como él ama. No tenemos por qué temer a ningún desconocido, cuando Dios nos llama a actuar y nos otorga el discernimiento para distinguir entre una situación peligrosa y una de verdadera necesidad. Lo que debemos recordar es que necesitamos escuchar su voz con un corazón dispuesto a obedecer.