” ‘¿Cuál de esos tres te parece que se hizo prójimo del hombre asaltado por los bandidos?’ El maestro de la ley contestó: ‘El que tuvo compasión de él’. Jesús le dijo: ‘Pues ve y haz tú lo mismo’” (Lucas 10:36,37).
Si no quieres que te asalten, evita el rocoso camino que une Jerusalén y Jericó. Todos los que oyeron la historia del buen samaritano que contó Jesús podían haber pensado que no debería haber viajado solo por ese camino, pero esta no es una historia cualquiera, es la respuesta a la pregunta de un maestro de la ley: “¿Quién es mi prójimo?” Acababa de preguntar a Jesús cómo podía ganarse la vida eterna por sí mismo y Jesús afirmó que amando a Dios y al prójimo. Pero él quería detalles para asegurarse de tener una lista de lo que debía hacer y lo que no.
Entonces Jesús contó la historia de un hombre que es asaltado en el camino y lo encuentran un sacerdote y un levita, que temen contaminarse con un cadáver o un no judío.
La última persona que se acerca extrañó a los oyentes, que esperaban que fuera otro religioso. En cambio, Jesús eligió a una de las personas más odiadas por la sociedad judía: un samaritano. Según los historiadores, los samaritanos eran injuriados públicamente durante los servicios religiosos judíos. Todos los días los sacerdotes oraban para que los samaritanos no alcanzaran la vida eterna. El hecho de que Jesús dijera que el tercer hombre, el que compasivamente ayudó al herido, era samaritano, muestra tanto su valor como su sentido de la ironía.
Cuando el samaritano hace más de lo que se esperaba de él, rescatando al hombre, curándole las heridas, llevándolo a una posada y pagando todos sus gastos, la respuesta a la última pregunta de Jesús se hace evidente: nuestro “prójimo” no es nuestro amigo o pariente, sino también nuestro enemigo. Jesús está diciendo que no podemos esperar heredar la vida eterna por hacer lo correcto. Para heredar la vida eterna, debemos dejar que Dios transforme nuestro corazón de modo que podamos ayudar a quien nos necesite, aunque sea nuestro peor enemigo.
Lo que debemos hacer para ser salvos es amar a nuestros enemigos, y eso no podemos hacerlo por nosotros mismos. Por eso Jesús dice: necesitan la gracia; necesitan un corazón transformado; me necesitan a mí.