“No todo es suave en la vida del cristiano. Se le presentan duros conflictos; lo asaltan severas tentaciones. ‘El deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne’. Mientras más cerca lleguemos al fin de la historia de esta Tierra, más engañosos e insidiosos serán los ataques del enemigo. Sus ataques se harán más violentos y más frecuentes. Los que se oponen a la luz y la verdad se volverán más endurecidos y apáticos, y más mordaces contra los que aman a Dios y guardan sus mandamientos” .–“Comentarios de Elena G. de White”, Comentario bíblico adventista, t. 6, p. 1.111.
“La influencia del Espíritu Santo es la vida de Cristo en el alma. No vemos a Cristo ni le hablamos, pero su Espíritu Santo está tan cerca de nosotros en un lugar como en otro. Obra en cada uno que recibe a Cristo y mediante él. Los que conocen la morada interior del Espíritu revelan los frutos del Espíritu: amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe”.–“Comentarios de Elena G. de White”, Comentario bíblico adventista, t. 6, pp. 1.111, 1.112.
PREGUNTAS PARA DIALOGAR:
1. Medita en la idea de crucificar los deseos de la carne. ¿Qué significa eso? ¿Cómo lo logramos? ¿Cuán a menudo debemos hacerlo? ¿Por qué usaría Pablo un verbo tan fuerte? ¿Qué nos dice el uso que hace de la palabra crucificar acerca de cuán dura es exactamente la batalla contra el yo?
2. ¿Qué papel ocupa el esfuerzo humano en producir el fruto del Espíritu? ¿Qué te dice tu propia experiencia acerca de ese papel?
3. Pablo dice que aquellos que practican las obras de la carne no heredarán el Reino de Dios. ¿Cómo conciliamos esta declaración con el hecho de que Pablo dice que somos salvos por la fe, y no por las obras?
4. En tu propio andar con el Señor, ¿cuál es la lucha más grande que enfrentas? ¿Acaso no es el pecado y lo que el pecado hace en tu relación con Dios? ¿Qué cristiano no ha sentido alienación, duda y desilusión como resultado del pecado en su vida, especialmente considerando que tenemos la promesa de la victoria sobre ese pecado? Dado este hecho en el contexto de la victoria sobre el pecado, ¿por qué deberíamos siempre recordar que nuestra salvación descansa totalmente en lo que Jesús ha hecho por nosotros?
RESUMEN: Aunque en la vida de todo creyente existe un conflicto entre los deseos de la carne y los deseos del Espíritu, la vida cristiana no necesita estar condenada al fracaso. Dado que Cristo ha conquistado el poder del pecado y la muerte, la vida cristiana puede ser una vida en la que reine el Espíritu, trayendo una dosis diaria de la gracia de Dios que nos habilita para mantener a raya los deseos de la carne.
*Reavivados por su Palabra: Hoy, Jeremías 52– Durante esta semana, PR cap. 40.*