«Jesús les dijo: «Vengan, vamos nosotros solos a descansar un poco en un lugar tranquilo». Porque iba y venía tanta gente, que ellos ni siquiera tenían tiempo para comer» (Marcos 6: 31).
Harmony solía reírse de mí cuando, a eso de las cinco de la tarde, entraba en mi oficina de decana y veía mi comida fría encima de la mesa, sin tocar. De buena gana le hubiera explicado que no había tenido tiempo de comer porque había estado resolviendo una lista interminable de problemas, pero ella simplemente se habría reído. «Todo el mundo tiene tiempo de comer algo rápido», habría dicho. Pero eso era antes de que ella misma fuera decana. Un día recibí un mensaje suyo en el contestador: «Ya ha pasado la hora de la cena y mi almuerzo sigue encima de mi mesa». Finalmente comprendió que a veces uno está tan ocupado que realmente no tiene un momento ni para comer. ¿Alguna vez has tenido un día tan ajetreado que ni tiempo te dio de comer? ¿Quizás durante los exámenes finales, o yendo al aeropuerto, o cuando tienes entrenamientos o partidos? Cuando Jesús envió a sus discípulos a predicar, sanar y expulsar demonios, estos regresaron en una nube, emocionados por todos los milagros que habían hecho y las grandes cosas que habían logrado. Puedo imaginarlos interrumpiéndose unos a otros, entusiasmados como colegiales, compartiendo historia tras historia. Jesús escucha en silencio hasta que finalmente les hace la sugerencia del versículo de hoy: «Vamos a descansar». Se da cuenta de que han estado tan ocupados que ni siquiera han tenido tiempo de descansar. Aunque ellos no se han dado cuenta, Jesús sí sabe que lo que realmente necesitan es un descanso, o de lo contrario pronto se quedarán sin mergías. No puedes llevar un ritmo frenético siempre. Tanto si nos darnos cuenta de ello como si no, también nosotros necesitamos descansar. Necesitarnos alejarnos de todo para estar a solas con Jesús, en algún lugar silencioso, y descansar un poco, La adolescencia es un ajetreo continuo y a menudo corres de un lado para otro sin cuidar de ti misrno. No te alimentas bien, no duermes lo suficiente y no dedicas tiempo a estar con Jesús, Pero a menos que te tomes un descanso, muy pronto estarás consumido. De manera que, evítate el golpe. Echa el freno, busca tiempo para cuidar de ti y dedica momentos tranquilos cada día a Jesús para recargar las baterías.