«El gozo del Señor es nuestra fortaleza» (Nehemías 8: 10, N VI).
Hace algún tiempo, mi amiga Dorrett me reenvió un correo electrónico con imágenes titulado «Jesús se ríe». Al mirar las siete imágenes, quedé pasmada ante la representación del pintor: Jesús riendo.
La primera imagen muestra a Jesús inclinado, sosteniendo a un niño pequeño de la mano mientras caminan. La siguiente imagen muestra a Jesús sentado, jugando con un niño en su regazo, mientras otro está apoyado sobre su espalda, mirando sobre el hombro de Jesús. La tercera imagen muestra al Salvador abrazando tiernamente a una niñita, mientras la cuarta muestra a Cristo sosteniendo a una niñita en sus brazos, mientras la madre los mira con gozo. La quinta imagen presenta a Jesús en una discusión alegre con dos mujeres jóvenes. La sexta muestra a Cristo sonriéndole a un bebé que se está acunando suavemente.
La última imagen, mi preferida, muestra al Salvador sonriéndole a un bebé que sostiene en el aire, mientras el bebé ríe, deleitado. Mirar estas imágenes me abrió la mente a una característica sencilla, aunque cautivadora, de nuestro Salvador: él es alegre. Inmediatamente guardé el archivo en mi computadora. Las imágenes me recordaron que una mujer cristiana, completa en Cristo, también es una mujer alegre.
Ese mismo día, un poco más tarde, mientras me estaba preparando para el culto familiar vespertino, Crystal, una de mis hijas, me preguntó inesperadamente: «Mami: ¿cómo se ríe Jesús?». Su pregunta me tomó por sorpresa y no estaba segura de cómo contestarle. Entonces, como un rayo, vino a mi mente el correo electrónico de ese día. Sonreí al darme cuenta de que mi Dios de gozo ya me había dado la respuesta a la pregunta de mi hija.
«Crissy —respondí—, más tarde te mostraré algunas imágenes de Jesús riendo». Ella sonrió ante mi promesa. Mi corazón estaba en paz, sabiendo que Dios responde a todas nuestras oraciones, incluso las más simples; y muchas veces, antes de que las hagamos. Esa tardecita, toda la familia disfrutó de las imágenes mientras reflexionábamos sobre los detalles de cada una… Los detalles de un Dios que nos ha asegurado que él no solo es nuestro gozo y nuestra fuerza, sino que además se regocija por nosotros (ver Sof. 3: 17).