«Yo rogaré al Padre y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre» (Juan 14: 16).
Mientras limpiaba la cocina al terminar el desayuno, me encontré deseando tener alguien que me ayudara. Pensaba en las personas que pueden pagar para tener ese tipo de ayuda. ¡Debe de ser lindo!
La frase fuerza en los números vino a mi mente. No pude evitar imaginar lo dichoso que sería tener un equipo de ayudantes, que viniera solo dos veces al mes para limpiar la casa a fondo. Puedo lidiar con cocinar; pero a veces —en realidad, la mayor parte del tiempo—, hay ropa para planchar, la pileta está llena de loza sucw y se puede ver el polvo acumulándose sobre mesas, sillas, ventiladores y demás.
Entonces me di cuenta de algo: ya tengo ayuda. ¡Realmente la tengo! Dios es toda la ayuda que necesito para mantener mi corazón y mi mente en orden. «Oh Dios, pon en mí un corazón limpio! ¡Dame un espíritu nuevo y fiel!» (Sal. 51: 10, DHH). ¿El espíritu de quién? El Espíritu de Dios. Quiero que el Espíritu Santo me renueve y me limpie. El Espíritu que Cristo prometió que pediría al Padre para sus seguidores luego de su resurrección.
Los ayudantes son ciertamente útiles en una casa que necesita una buena limpieza. Sin embargo, en lo concerniente a limpiar el desastre de este mundo pecaminoso, existe solamente un Ayudador que realmente importa. Los siguientes versículos nos recuerdan quién es este Ayudador y qué hace por nosotros.
«Vengan a mí todos ustedes que están cansados y agobiados, y yo les daré descanso» (Mat. I l: 28, NVI). No solo podemos depender de Dios para que lleve nuestras cargas, sino que también podemos confiar en que él nos cargará a nosotros también.
«Encomienda al Señor tus afanes, y él te sostendrá; no permitirá que el justo caiga» (Sal. 55: 22, NVI).
«Y yo le pediré al Padre, y él les dará otro Consolador para que los acompañe siempre» (Juan 14: 16, N VI). ¡Qué promesa maravillosa! iUn Ayudador divino para siempre! Él quiere ayudarnos con nuestra
s cargas. Alabado sea Dios, porque no nos dejará solas para limpiar nuestros desastres. Pero, volviendo a la loza…