«¡Júrenme, oh hijas de Jerusalén, por las ciervas y por las gacelas del campo, que no despertarán ni provocarán el amor hasta que quiera! » (Cantares 2: 7).
Querido Greg, ¡te amo! ¿Cuántas veces al día te digo esto a ti, a mí misma, a los demás estudiantes misioneros, a Dios y a todo el que quiera escucharlo?». Querida Melissa, me preguntaste recientemente qué es lo que somos ahora y en qué nos hemos convertido. Bueno, solo te puedo responder con esto: eres mi mejor amiga y te amo. Y supongo que puedes hacerme el hombre más feliz del mundo o el más desdichado. No sé si algún día seremos novios y no sé qué nos depara el futuro, pero hoy, para mí, eso es suficiente».
«Querido Greg pienso en ti todo el tiempo y a veces me pregunto si fue buena idea comenzar a amarte. No sé si vamos a estar juntos o no, pero eso no importa ahora. Te amo, y es lo único que sé»,
«Querida Melissa, nunca he conocido a nadie que transformara mi corazón a su manera tan rápido. Estoy emocionado de solo pensar en nuestro futuro juntos, aunque ni siquiera sé si existe o no. ¡Quiero casarme contigo! Creo que estoy soñando demasiado, pero quién sabe, quizá algún día este sueño se haga realidad».
Estos son fragmentos reales de las cartas de amor que Greg y yo nos enviamos hace más de diez años mientras yo era misionera en el extranjero. Aunque estas cartas son cursis Y tontas, existen otras más privadas que no me gustaría que nadie leyera. Por eso me sorprende tanto que Cantares esté en la Biblia. ¡Contiene tantas cosas privadas! De hecho, es tan «privado» que supuestamente no puedo leerlo y mucho menos escribir sobre él, porque todavía no tengo treinta años (recuerda la tradición rabínica judía que Greg mencionó ayer, que prohibía a personas menores de treinta años leer el libro por su contenido erótico).
Entonces, ¿qué puedo aprender de todo esto? Una frase se destaca por encima del resto: despertarán ni provocarán el amor hasta que quiera! Esta es la frase clave del libro, Y es la clave porque es el secreto para una vida amorosa feliz. Salomón dice simple y llanamente: ¡Tengan cuidado y esperen hasta que llegue el momento adecuado! Puede ser difícil esperar hasta el matrimonio, pero Dios nos garantiza que vale la pena. Piensa en cómo puedes aplicar esta frase hoy en día en tus relaciones y pide al Señor que te muestre el momento apropiado, y que dirija y oriente tu elección.