«El que me envió está conmigo; no me ha dejado solo, porque yo siempre hago lo que le agrada». Juan 8: 29, BA.
CRISTO NO VIVIÓ PARA COMPLACERSE a sí mismo. Si lo hubiera hecho, ¿dónde estaríamos nosotros ahora?.— General Conference Bulletin, pp. 99-100 ( 1899). Si el Señor Jesús hubiera decidido hacer eso, hubiera pasado sus días en un mundo hecho a su semejanza, en la comodidad y la abundancia, y habría reclamado para sí mismo todos los placeres y goces que el mundo puede ofrecer. Pero no tomó en cuenta sus propias conveniencias. Vivió no para complacerse a sí mismo, sino para hacer el bien y derramar sus bendiciones sobre los demás.— Testimonios para la iglesia, t. 3, p. 25.
El hombre o la mujer que abandonen el puesto que Dios les haya encomendado, a fin de complacer sus inclinaciones, y actúen de acuerdo con sus propios planes, se verán abocados al fracaso, porque habrán elegido su propio camino en lugar del de Dios. […] Nuestro Padre celestial es nuestro Jefe, y hemos de someternos a su disciplina. Somos miembros de su familia. El tiene derecho a que le sirvamos. No debemos tratar de seguir nuestro propio camino, sino el de Dios, y obedecer su voluntad. Los seres humanos sufren mucho porque se apartan de la senda que el Señor ha trazado para ellos.
Caminan a la luz de las chispas del fuego que ellos mismos encendieron, y el resultado seguro es la aflicción, la angustia y el dolor, que podrían haberse evitado si hubieran sometido su voluntad a Dios. Cualquiera que sea la senda que Dios nos haya elegido, cualquiera el camino que él haya señalado para nuestros pies, es la única ruta segura. Con el ojo de la fe, con sumisión infantil, como niños obedientes, debemos mirar a Dios para seguir sus indicaciones, y las dificultades, desaparecerán. La promesa es: «Te haré entender y te enseñaré el camino en que debes andar» (Sal. 32: 8).-— carta 120, 1900.