“Quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados”. (1 Ped. 2:24).
Lee Para el Estudio de esta Semana: 1 Pedro 1:18, 19; Colosenses 1:13, 14; Isaías 53:1-12; Juan 11:25; Salmo 18:50; 2 Pedro 1:1.
En lo que hemos estudiado hasta aquí de 1 Pedro, ya debería haber quedado claro que, más allá del contexto y del tema que esté presentando, el enfoque de Pedro está en Jesús. Jesús permea todo lo que escribe; es el hilo dorado que recorre su epístola.
Desde la primera línea, donde Pedro dice que es un “apóstol” (“un enviado”) de Jesucristo, hasta la última, donde escribe: “Paz sea con todos vosotros los que estáis en Jesucristo” (1 Ped. 5:14), Jesús es el tema clave. Y en esta epístola, Pedro habla acerca de la muerte de Jesús como nuestro sacrificio. Habla del gran sufrimiento que experimentó Jesús y usa ese ejemplo como un modelo para nosotros.
Habla sobre la resurrección de Jesús y lo que significa para nosotros. Además, habla acerca de Jesús no solamente como el Mesías, el Jristós, el “ungido”, sino también de Jesús como el Mesías divino. Es decir, en 1 Pedro vemos más evidencias de la naturaleza divina de Jesús: él era Dios mismo, que vino en carne humana, y vivió y murió para que nosotros pudiéramos tener la esperanza y la promesa de vida eterna.
Esta semana repasaremos 1 Pedro y veremos más de cerca lo que revela acerca de Jesús.