Los cristianos a menudo hablan acerca de “la pasión de Cristo”. La palabra pasión proviene de un verbo griego que significa “sufrir”, y la frase “la pasión de Cristo” generalmente se refiere a lo que sufrió Jesús en el periodo final de su vida, comenzando con la entrada triunfal en Jerusalén. Pedro se explaya en el tema del sufrimiento de Cristo en esos últimos días.
Lee 1 Pedro 2:21 al 25; e Isaías 53:1 al 12. ¿Qué nos dicen estos versículos acerca de lo que Jesús sufrió por nosotros?
Hay una importancia particular en el sufrimiento de Jesús. Él llevó “nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero [una referencia a la cruz; Hech. 5:30], para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia” (1 Ped. 2:24). El pecado trae muerte (Rom. 5:12). Como pecadores, merecemos morir. Sin embargo, el perfecto Jesús, que no tuvo engaño en su boca (1 Ped. 2:22), murió en nuestro lugar. En ese intercambio, tenemos el plan de salvación.
Lee Isaías 53:1 al 12 nuevamente. Según estos versículos, ¿qué sufrió Jesús al concretar el plan de salvación en nuestro favor? ¿Qué nos dice esto sobre el carácter de Dios?
“Con fieras tentaciones, Satanás torturaba el corazón de Jesús. El Salvador no podía ver a través de los portales de la tumba. La esperanza no le presentaba su salida del sepulcro como vencedor ni le hablaba de la aceptación de su sacrificio por el Padre. Temía que el pecado fuese tan ofensivo para Dios que su separación resultase eterna.Sintió la angustia que el pecador sentirá cuando la misericordia no interceda más por la raza culpable. El sentido del pecado, que atraía la ira del Padre sobre él como substituto del hombre, fue lo que hizo tan amarga la copa que bebía el Hijo de Dios y quebró su corazón” (DTG 701).
¿Cuál debiera ser nuestra respuesta a lo que soportó Cristo por nosotros? ¿De qué modo hemos de seguir su ejemplo, tal como dice 1 Pedro 1:21?