«Nadie te podrá derrotar en toda tu vida, y yo estaré contigo […], sin dejarte ni abandonarte jamás» (Josué 1: 5)
¡QUÉ DIVERTIDO es jugar a la pelota! A todos los niños del mundo les gusta, aunque no todos los niños del mundo pueden permitirse tener una pelota de fútbol. Precisamente por eso, porque las pelotas de cuero son caras y se desinflan y estropean con el tiempo, alguien inventó la «pelota indestructible».
La llamaron así porque la crearon de un material muy duradero, parecido al plástico. La inventaron TimJahniger y su esposa Lisa. Ellos estaban viendo un documental sobre niños de Darfur (en Sudán) que se divertían con una pelota que habían hecho ellos mismos ¡¡¡con basura!!! Sí, sí, con basura; yo también me sorprendí con eso. A esta pareja se les ocurrió fabricar un balón de un material resistente, para que durara muchísimos años más que uno normal. No se desinfla y, aunque le pase un auto por encima y quede aplastado, recupera su forma redondita original. No lo dañan el sol ni el agua, y se autoinfla si alguna vez se pincha. El nombre de esta superpelota es «One World Futbol» y es de un color azul precioso.
Por cada One World Futbol que se vende, se regala una a niños que no tienen dinero para comprarla, Qué bonito, ¿verdad? La pelota ya estaen 160 países y, ¿sabes para qué ha servido? Para que niños de la calle que no pueden estudiar, se dediquen a jugar al fútbol en lugar de fumar o beber alcohol.
¿Alguna vez te has sentido como una pelota desinflada? Yo también, cuando las cosas no me van bien. Cuando suspendo un examen, pierdo algo que me gustaba mucho, cuando me enfermo o algo me pone triste; cuando se muere un ser querido o nuestra mascota; o nos hace falta papi o mami porque están de viaje. También me desinflo cuando alguien dice algo que hiere mis sentimientos, o cuando recibo una mala noticia. Pero hay que ser optimistas. Recordar que Jesús está siempre a nuestro lado es algo así como convertirnos en pelotas indestructibles. Aunque nos sintamos desinflados, Jesús nos ayuda a inflamos de nuevo; aunque alguien nos arrolle o nos pase por encima, Jesús nos ayuda a recuperar nuestra forma redondita.