«Todo Israel quedó registrado en el libro de los reyes de Israel. Pero la gente de Judá fue desterrada a Babilonia por causa de su maldad» (1 Crónicas 9: 1).
Hubo un tiempo, cuando estaba en la guardería, en que creía que era She-Ra, la princesa del poder, y que mi mejor amigo Mat era He-Man, su hermano gemelo. Juntos, con nuestras espadas doradas de plástico en la mano, intentábamos derrotar a los malvados del patio de recreo. El hermanito de Mat era Skeletor, y siempre lo capturábamos, y creíamos que eso era prueba de que el valor y el poder de She-Ra y de He-Man residían en nosotros. Pero nos hicimos mayores, la vida se complicó y comprendí que, de hecho, había muchas cosas sobre las que yo no tenía ningún poder.
Tuve problemas en la escuela, con amigos, complicaciones familiares y dilemas conmigo misma. Me olvidé completamente de She-Ra y de He-Man hasta que una noche, cuando ya estaba terminando la secundaria, encontré mi vieja espada de plástico. En aquellos días yo andaba un poquito deprimida y decepcionada, y aquel juego infantil me pareció una tontería porque me daba cuenta de que yo no tenía valor ni poder en absoluto. Cuando era niña me sentía especial, pero de adolescente ni siquiera sabía quién era.
Cuando los exiliados de Israel volvieron a su tierra tras la cautividad Babilónica se sentían igual que me sentía yo en aquel entonces. Ellos siempre habían creído que eran especiales: el pueblo elegido de Dios, la niña de sus ojos. Se habían sentido más poderosos y valientes que las demás naciones, pero el tiempo había pasado y la vida se había complicado. Habían sido llevados a Babilonia como esclavos y cautivos y, cuando regresaron, necesitaban saber algunas cosas: ¿Todavía Dios los amaba? ¿Seguían en vigor los mandamientos? ¿Tenían valor aún las promesas que Dios había hecho a David? Por eso se escribieron los libros de Crónicas, para recordar al pueblo de Israel que todavía eran el pueblo de Dios. Al recordar el pasado, todo lo que Dios había hecho por ellos, hallaron la esperanza de que Dios aún tenía un plan para sus vidas.
¿Y tú, has sentido alguna vez que no sabes quién eres? ¿Tal vez de niño te considerabas especial pero ahora la vida se te ha complicado y no lo tienes todo tan claro? Si te estás preguntando qué significado tiene tu vida, haz lo que hicieron los israelitas: recuerda la fidelidad de Dios y lo que ha hecho por ti en el pasado. También puedes leer sus promesas en la Biblia. Y recuerda que él aún tiene un plan para tu vida.