Después Elíseo se fue de allí a Betel, Cuando subía por el camino, un grupo de muchachos de la ciudad salió y comenzó a burlarse de él, Le gritaban: » ¡Sube, calvo! Sube, calvo!». Elíseo se volvió hacia ellos, los miró y tos maldijo en el nombre del Señor. Al instante salieron dos osos del bosque y despedazaron a cuarenta y dos de ellos» (2 Reyes 2: 23-24).
Octavo curso: el curso de los chiflados. Por alguna razón, mis compañeros de clase de séptimo grado volvieron de las vacaciones de verano como chiflados de octavo grado. Y fueron los maestros sustitutos los que se llevaron la peor parte.
Una mañana, al entrar en el aula, vimos a una nueva maestra, en sustitución de la nuestra, parada al frente. Estaba escribiendo en la pizarra: «Me llamo Esther y…». Entonces se dio la vuelta y alguien que pasó a su lado le dijo: «Y soy una abusiva». La maestra trató de convertir el comentario en una broma, diciendo: «Ja, ja, ja, muy gracioso». Y todos nos sentamos. Una vez sentados, sacamos «la pelota invisible», como nos gustaba llamarla. Alguien de la clase siempre traía una pelota de baloncesto y, cuando la maestra se daba la vuelta hacia la pizarra, la lanzaba a otro compañero de modo que, cuando la maestra se diera la vuelta de nuevo hacia nosotros, ya la pelota había desaparecido de la vista. Pero aquel día, el que tiró la pelota lo hizo con tan mala suerte que le dio al ventilador que colgaba del techo y este se cayó. Todos nos pusimos colorados de la vergüenza y entonces la maestra sustituta se dio la vuelta, miró al ventilador destrozado, comenzó a llorar y salió corriendo del aula.
Pocas veces el respeto se recibe así, sin más; normalmente, hay que ganárselo. Y si uno no se lo gana al principio, quizás nunca lo consiga. Elíseo volvía a casa después de haber visto desaparecer a Elías en un carro de fuego y se encontró con un grupo de jóvenes que comenzaron a burlarse de él: «Sube, calvo, sube, calvo», le decían sin ningún respeto por él ni por su Dios. «Elíseo se volvió hacia ellos, los miró y los maldijo, y al instante salieron dos osos del bosque y despedazaron a cuarenta y dos de ellos». Su falta de respeto hacia el nuevo profeta de Dios fue impresionante. Pero después de ese incidente nadie se atrevió a faltarle al respeto a Elíseo nunca más. Sí, fue una experiencia dolorosa; sí, fue muy dura y violenta, pero ¿era necesaria? A mí esta experiencia me demuestra que Dios se toma muy en serio la falta de respeto hacia las personas que trabajan para él. Así que hemos de respetar a quienes trabajan para Dios en puestos de autoridad, porque faltarle al respeto a ellos es como faltarle el respeto a Dios mismo.