«¿Quién puede habitar en tu santo monte? Solo el que vive sin tacha y practica la justicia» (Salmo 15: 1-2)
ENTRE 1955 Y 1975 se llevó a cabo la guerra de Vietnam, tal vez hayas oído hablar de ella. El ejército estadounidense luchaba contra el ejército de Vietnam del norte. A comienzos de ese conflicto, se produjo el suceso que te voy a contar hoy.
Un grupo de soldados norteamericanos luchaban en una plantación de arroz contra los vietnamitas del norte cuando seis monjes comenzaron a caminar por entre los dos ejércitos. Como si no estuvieran en medio de una guerra, caminaban directamente hacia la línea de fuego
sin temor, sin desviarse a derecha ni a izquierda. Parecía que se encaminaban hacia una muerte segura, pero no fue así porque nadie, de ninguno de los dos bandos, les disparó una sola bala. E inspirados por ellos, los soldados decidieron dejar de combatir aquel día. Esta experiencia la cuenta David Bush, que formaba parte del pelotón norteamericano.
¿Qué crees que es lo más interesante de este relato? A mí, lo que más me llama la atención son dos cosas:
1) Que para influenciar positivamente a los demás no hace falta decir nada; basta con un «desfile silencioso». Basta con posicionarnos dellado del bien sin dar explicaciones. Esto puede significar, por ejemplo, ayudar a un compañero que está sufriendo acoso; negarse a mentir cuando tus amigos te presionan para que lo hagas; no copiar en los exámenes o no burlarse de nadie. Los monjes, sin decir una palabra, dieron un mensaje muy claro: nosotros estamos del lado de la paz y de la justicia, ¿y ustedes?
2) Que las emociones son contagiosas. Cuando tú estás seguro con Jesús, eso te hace sentir alegre y compasivo. Entonces, la gente que está a tu alrededor se siente motivada a ser alegre y compasiva también.
A mí me parece que hoy es un buen día para ser valiente y mostrar, con mi actitud y mis palabras, que estoy del lado de Jesús, del bien, de la justicia, de la paz, de la alegría y de la compasión. A lo mejor alguien me «dispara algún tiro» porque no le gusta mi integridad cristiana, pero merece la pena mantenerse firme.