Si se te entregara una hoja de papel que comenzara diciendo: “Apreciado señor”, sabrías que estás leyendo una carta. Y supondrías que la carta proviene de alguien con quien probablemente no tienes mucha confianza.
Así como las cartas modernas tienen una forma estandarizada de introducción, también la tenían las cartas antiguas. La Primera Epístola de Pedro comienza como lo haría cualquier carta antigua. Identifica al autor y a aquellos a quienes fue enviada.
Lee 1 Pedro 1:1. ¿Qué podemos aprender de este único versículo que nos puede proveer un poco de contexto?
Pedro claramente se identifica a sí mismo. Su nombre es la primera palabra de la carta. Sin embargo, inmediatamente se define a sí mismo como “apóstol de Jesucristo”. De esa manera, al igual que lo hacía Pablo a menudo (Gál. 1:1; Rom. 1:1; Efe. 1:1), Pedro inmediatamente establece sus “credenciales”, enfatizando su llamamiento divino. Él era un “apóstol”, que es “alguien enviado”, y aquel que lo envió fue el Señor Jesucristo.
Pedro identifica una región a la que estaba dirigida su carta: el Ponto, Galacia, Capadocia, Asia y Bitinia. Estas son todas regiones del Asia Menor, equivalentes a grandes rasgos con la región de la Turquía moderna al este del Bósforo.
Existe debate en cuanto a si Pedro se dirigía mayormente a creyentes judíos o gentiles. Los términos que Pedro utilizó en 1 Pedro 1:1, “expatriados”, “dispersión” [diáspora], son términos que naturalmente se referían a los judíos que vivían fuera de Tierra Santa en el primer siglo de nuestra era. Las palabras “elegidos” y “santificación”, en 1 Pedro 1:2, pueden aplicarse a judíos y a cristianos por igual. Al describir a aquellos que están fuera de la comunidad como “gentiles” (1 Ped. 2:12; 4:3), Pedro también destaca el carácter judío de sus destinatarios.
Algunos comentadores argumentan, en respuesta, que lo que Pedro dice en 1 Pedro 1:18 y 4:3 se aplicaría más apropiadamente a conversos gentiles al cristianismo que a los conversos judíos. Después de todo, ¿habría escrito Pedro realmente a los judíos acerca de “vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres”? O, ¿habría dicho Pedro a lectores judíos: “Baste ya el tiempo pasado para haber hecho lo que agrada a los gentiles, andando en lascivias, concupiscencias, embriagueces, orgías, disipación y abominables idolatrías” (1 Ped. 4:3)?
Sin embargo, lo más importante no es cuál era el público destinatario, sino más bien qué dice el mensaje.