«Dando siempre gracias por todo al Dios y Padre, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo». Efesios 5: 20
EL VERSÍCULO DE AYER hablaba de dar gracias «en todo». Hoy, el apóstol pablo te lleva a seguir creciendo en la experiencia cristiana: No es suficiente con agradecer a Dios «en todo»; es necesario llegar al punto de ser agradecidos «por todo». Hasta por el dolor y las lágrimas; por la muerte, incluso. Por las cosas que no entiendes y que te hacen sufrir. Por el misterio de las injusticias, que te deja el corazón partido.
El mundo en el que vives es un mundo de dolor. El pecado ha traído sufrimiento y muerte. Hoy la tristeza es ley de esta vida. Sufren los buenos y los malos; nadie es inmune al dolor. Entonces, Dios toma el dolor y lo transforma en un instrumento pedagógico. Es por medio del sufrimiento que creces y el diamante que, el calor del fuego y en el dolor del esmeril, se hacen más puros. Tal vez no lo entiendas hoy. Quién sabe, es probable que en este momento tu mundo se esté derrumbando a pedazos. Miras hacia adelante, y nada ves. Las sombras te asustan. i Y ahora viene San Pablo a decirte que debes agradecer por todo!
¿Cómo ser agradecido cuando el dolor te asfixia? Entonces, déjame decirte por qué es necesario ser agradecido haces grande; es su fuego el que te conduce al valle de la purificación. Como el oro en
Cuando dices «Gracias, Señor», reconoces que, por encima del dolor y de las lágrimas, hay
Alguien allá arriba. Al dar gracias, tu inconsciente se siente seguro aunque no 10 percibas conscientemente. La noche continúa, pero tu cielo se ilumina de estrellas; y puedes caminar en la luz aunque el sol todavía no haya salido.
Por eso, hoy dirige tu vista a Dios y dile: «Señor, no entiendo nada. Desde mi punto de vista, lo que me está sucediendo parece absurdo e injusto, pero tú eres mi Dios; y aunque no entiendo ni imagino por qué permites que sufra, acepto tu plan soberano en mi vida, y te agradezco por ello».
Al instante verás cómo, en el fondo de tu ser; allí donde solo había un ser tímido y pesimista, nace un guerrero con actitud victoriosa. Y partes para la lucha sabiendo que, aunque tengas que sangrar, la victoria está asegurada.
¿Qué esperas? Sal a cumplir tus actividades diarias «dando siempre gracias Por todo al Dios y Padre, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo».