» Solo iré si tú vienes conmigo -contestó Barac- Pero si tú no vienes, yo no iré’. ‘Pues iré contigo -respondió Débora-, Solo que la gloria de esta campaña que vas a emprender no será para ti, porque el Señor entregará a Sisara en manos de una mujer’ ” (Jueces 4:8,9).
Me quedé inmóvil unos diez minutos esperando poder incorporarme al tráfico, con una agente de policía sentada a mi lado, demasiado cerca de mí. Era una mujer muy grande; tenía mal aliento y su ceño, permanentemente fruncido, hacía pensar que en cualquier momento te iba a pegar con la pistola en la cabeza. Algunos de mi clase de manejo se habían presentado al examen con ella y ninguno había aprobado.
Decían que odiaba a los chicos y que, por eso, no aprobaba a ninguno a la primera. Me sudaban las manos y creía que iba a suspender por ser demasiado tímido o algo así. De manera que, cuando finalmente vi un hueco en la larga fila de autos, me incorporé rápidamente al carril de los que estaban atrapados en el embotellamiento. Mi pasajera oficial se quedó sin respiración y, rápidamente, sacó su libreta y un bolígrafo, y empezó a garabatear.
Cuando salió del auto me dijo: «Vuelve dentro de un mes a intentarlo de nuevo. Pero la próxima vez no te incorpores al tráfico de esa manera».
A veces, la timidez te puede salvar de una mala situación pero, otras veces, te hace perder el tren. La historia que se narra en Jueces acerca de Barac, el general de los israelitas, es un claro ejemplo.
La profetisa Débora dijo a Barac que Dios le había ordenado que luchara contra el tirano que había oprimido al pueblo de Israel durante años.
Dijo que Dios lo guiaría en el camino, y entregaría al rey y a su ejército en sus manos. Sin embargo, Barac respondió: «No iré a menos que tú vayas conmigo». ¿Qué hay de malo en eso?
Nada, salvo el hecho de que, al desear la compañía de la profetisa como garantía, demostró que no confiaba en que Dios haría lo que había dicho que iba a hacer; y a veces, sinceramente, nosotros tratamos a Dios de la misma manera. Somos demasiado tímidos para tomar las promesas de Dios al pie de la letra, y terminamos perdiéndonos aquello que Dios quería darnos desde un principio. ¿Puedes actuar por fe y confiar en Dios hoy?