«Cuando llegaron al lugar conocido como Era de Nacón, Uzá alargó la mano hada el arca de Dios, para sostenerla, porque hablan tropezado los bueyes. Pero el Señor se enfureció con Uzá por aquel atrevimiento, y le quitó la vida allí mismo, cayendo Uzá muerto junto al arca de Dios» (2 Samuel 6:6,7).
Parece que fue una de las muertes más injustas que podemos encontrar en las Escrituras. Quiero decir que ¿y si Uzá solo pretendía hacer lo correcto? David encabezaba una marcha gozosa hacia Jerusalén (llevaban el arca de Dios), cuando los bueyes tropezaron. Uzá era uno de los hombres que guiaba el carro que portaba el arca, así que, cuando los bueyes tropezaron, él, sin pensar, sujetó el arca tambaleante.
Ciertamente, todos en Israel sabían del peligro de muerte que suponía tocar el arca, pero ¿pensó Uzá en eso o solamente fue una reacción? ¿Pensó que no debía dejar caer al suelo algo tan sagrado e Importante? ¿Intentaba ser un héroe, en vez de confiar en que el mismo Dios salvaría el arca? La Biblia no nos lo dice. Lo único que sabemos es que Dios advirtió que quien tocara el arca moriría. Uzá lo tocó y cayó muerto.
Algunos se valen de esta historia para acusar a Dios de matar arbitrariamente; otros dicen que su arca era más valiosa que su pueblo.
Yo no sé qué decir, salvo que pensemos por un minuto: ¿qué habría sucedido si el pueblo tuviera permiso para tocar el arca? Podrían haber tocado las piedras donde estaban escritos los Diez Mandamientos y, si hubiesen podido tocar las piedras, podrían haber modificado los Mandamientos si hubieran querido. Dios y la nación de Israel se hicieron promesas sagradas mutuamente, basadas en esos mismos Mandamientos. Si los hubieran cambiado, la alianza sería nula. La sociedad completa se resquebrajaría.
Así que, tal vez, tenía sentido que nadie pudiera tocar el arca. El pueblo tenía la certeza de que los Mandamientos de Dios nunca cambiarían. ¡Eso era importante! Hoy en día, muchos dicen que ya no tienen importancia, o que no estaría mal cambiar uno o dos como, por ejemplo, el mandamiento del sábado, pero no te lo creas. Dios protegió los Mandamientos de los cambios a toda costa, y así deberíamos hacerlo nosotros.