Yo te aconsejo que de mí compres oro refinado en fuego, para que seas rico (Apocalipsis 3:18)
-¡Oro! –el minero se quedó sin aliento. Se agachó, recuperando el aliento-.
¡Oro! –gritó de nuevo-. ¡He encontrado el oro!
En marzo de 1848, los trabajadores descubrieron oro en un molino de California, propiedad de John Sutter. En un primer momento, la noticia no generó mucho interés. Pero, en cuestión de semanas, la gente de todas partes de California se apresuraba a ir a los campos de oro, con la esperanza de hacerse ricos.
El 5 de diciembre del mismo año, el presidente estadounidense James Polk confirmó este descubrimiento. En su discurso de fin de año, dijo a todo el país que había oro en California.
Durante los siguientes meses, oleadas de inmigrantes de todas partes de América y el resto del mundo inundaron California. En el año 1849, todos fueron en busca del oro, esperando hacer fortuna. Algunos lo lograron; muchos no lo consiguieron. No era fácil llegar a California en esa época. Ya sea que se viajara por barco rodeando Sudamérica, o por tierra cruzando los Estados Unidos, la travesía era larga y peligrosa. Muchas personas murieron por el camino.
El oro siempre ha sido considerado uno de los metales más valioso y preciosos. El oro, en la Biblia, a veces se utiliza para representar el carácter de una persona que ha sido hecha pura y santa por el Espíritu de Dios.
Si cada cristiano se apresura ansiosamente a desarrollar un carácter como el de Jesús, ¡esa sí sería una fiebre del oro a la que valdría la pena unirse!
¿Y AHORA? ¿Crees que Dios puede hacer que todo en tu vida sea oro? ¿Estás dispuesto a darle el control y dejar que lo haga?
SPLASH Todo el oro del mundo podría ser comprimido en un cubo de 16.5 metros de lado; aproximadamente, una décima parte de la masa del Monumento a Washington.