Mucho de lo que dijo Elifaz era correcto. Presentó muchos puntos válidos, expresados más adelante en la Biblia. Pero, algo estaba mal en su respuesta a Job: el contexto en el cual dijo esas palabras. Estas, sencillamente, no se aplicaban a esa situación específica. (Ver la próxima lección.) Nuestro mundo es complicado. Es fácil mirar una situación y, luego, decir cosas al respecto o citar textos bíblicos que parezcan aplicables. Aunque puede que lo que digamos sea apropiado, a menudo no es lo es. Considera esta afirmación de Elena de White: “No hay verdad tan claramente enseñada por la Biblia como la de que lo que hacemos es resultado de lo que somos. En gran parte, los incidentes de la vida son el fruto de nuestros propios pensamientos y acciones” (Ed 146). Esta es una verdad importante. Sin embargo, hay veces en que alguien bien intencionado, frente a una persona que se encuentra en una situación como la de Job, presenta esta declaración de Elena de White. ¿Cuánto mejor sería que hiciese caso del consejo que sigue?: “Muchos piensan que están representando la justicia de Dios mientras que fallan por completo en representar su ternura y gran amor. Muchas veces, aquellos a quienes tratan con aspereza y severidad están pasando por alguna violenta tentación. Satanás se está ensañando con esas almas, y las palabras duras y despiadadas las desalientan, y las hacen caer en las garras del poder del tentador” (MC 121). En ese momento, sucedían más cosas de las que Elifaz y todos los otros, incluyendo a Job, sabían. Así, el apresuramiento de Elifaz en juzgar, aun si toda su teología hubiese sido correcta, difícilmente era lo correcto en esas circunstancias. ¿Por qué deberíamos recordar siempre los siguientes textos cuando tratamos con cualquier persona, o con alguien que creemos que ha pecado? Mat. 7:1, 2; Rom. 2:1-3; 1 Cor. 4:5.
Aun si Elifaz hubiera estado en lo cierto, y Job se hubiese acarreado este sufrimiento, sus palabras habrían sido imprudentes e inoportunas. Job es como un símbolo de toda la humanidad, porque todos estamos atrapados en el Gran Conflicto y sufrimos en él. Y todos, a veces, necesitamos compasión y simpatía, no que otro nos sermonee. Hay momentos y lugares para dar sermones. Pero, cuando un hombre está sentado sobre ceniza, su vida arruinada, sus hijos muertos y su cuerpo lleno de llagas, ese no es el momento oportuno.
Reavivados por su Palabra: Hoy, 2 Crón. 23 – Durante esta semana, PP caps. 41, 42.