Cuando Jesús nadó en Belén de Judea en días del rey Herodes, vinieron del oriente a Jerusalén unos magos, diciendo: ¿Dónde está el rey de los judíos, que ha nacido? Porque su estrella hemos visto en el oriente, y venimos a adorarlo. Mateo 2:1,2.
Lejos hacia el oriente, más allá de las montañas y el desierto, algunos filósofos y , sabios vieron algo. Al principio, hubo una misteriosa luz en el cielo occidental.
“Al desvanecerse la luz, apareció una estrella luminosa que permaneció en los cielos. No era una estrella fija ni un planeta, y el fenómeno excitó el mayor interés. Esa estrella era un distante grupo de resplandecientes ángeles, pero los sabios lo ignoraban” (El Deseado de todas las gentes, p. 41).
Estaban tan impresionados que comenzaron a estudiar todas las profecías antiguas que pudieron encontrar. Escondida en los pergaminos antiguos, encontraron aquella profecía de Balaam que decía: “Saldrá ESTRELLA de Jacob, y se levantará cetro de Israel” (Números 24:17).
Esta estrella misteriosa ¿podría ser, en realidad, la señal del Rey prometido de Israel?
“En sueños, recibieron la indicación de ir en busca del Príncipe recién nacido” (ibíd).
Fue un viaje largo y duro, que tomó varias semanas. Tenían que viajar de noche, para mantener a la vista la estrella. Hasta que finalmente los condujo directamente a Jerusalén, donde se detuvo sobre el Templo. Mientras se desvanecía se apresuraron, entusiasmados, seguros de que todos estarían gozosos, hablando del nacimiento del Mesías. ¡Pero qué sorpresa! Ni uno, ni siquiera los gobernantes ni los sacerdotes, parecían preocupados en lo más mínimo!
Pero, había una persona que estaba más que interesada. Cuando el malvado rey Herodes oyó sobre estos hombres sabios, y especialmente sobre el objeto de su misión, estuvo bien despierto y tomando nota de todo. Desconfiado de que alguien quisiera tomar su lugar como rey, ordenó a las autoridades judías que le dijeran claramente dónde iba a nacer el nuevo Rey. Aunque no lo admitieran, estos hombres conocían muy bien las profecías del Antiguo Testamento sobre el nacimiento de Jesús. Finalmente, dijeron al rey Herodes que el Mesías nacería en Belén.
Estos líderes religiosos pretendieron ignorar el nacimiento de Jesús, pero sabían mucho más de lo que querían admitir. Su orgullo había sido herido. ¡Dios los había pasado por alto! Fue en este punto que comenzaron a odiar a Jesús. Permitieron que el orgullo y la envidia apagaran la luz en su corazón. La estrella guiadora de Dios es visible solo para aquellos que sinceramente lo buscan.