Los hijos de Israel dieron muchas primicias de grano, vino, aceite, miel, y de todos los frutos de la tierra: diezmos de todas las cosas (2 Crónicas 31:5).
Ali luchó para terminar su tarea de matemáticas antes de que el sol se pusiera. Pronto sería sábado.
-¿Es esto así? -le preguntó a Linda, su tutora.
Linda miró el papel de Ali e hizo algunas anotaciones. Luego, deslizó la lección dentro de una carpeta.
-Has marcado algo que estaba mal -dijo Ali, mirando desanimada-. ¿No vamos a arreglarlo?
Ahora no -dijo Linda, señalando la ventana-; es hora de terminar. Pero antes de irme, quiero mostrarte algo.
Tomó un trozo de papel y escribió un problema de división.
-¿Ves esto? -le preguntó.
Ali asintió, pero no pudo ver nada de especial.
-Yo multipliqué siete días por 24 para averiguar cuántas horas hay en una semana -dijo Linda- Entonces tomé ese número, 168, y lo dividí en diez, lo que equivale a 16,8.
-¿Y? ¿Qué es lo que muestra? -Ali se sintió más desconcertada que nunca. -Bueno, 16,8 es exactamente una décima parte de una semana en horas. Es una cantidad de diezmo. Si le resto 16,8 horas a un solo día de 24 horas, me deja 7,2 horas para dormir. Y así, junto con el tiempo de sueño, un diezmo semanal de mi tiempo nos da un sábado normal.
-Espera un minuto -dijo Ali, sorprendida- Déjame ver eso de nuevo.
La lección de matemáticas de ese viernes demostró a Ali más que solo aritmética. También le mostró cómo las ordenanzas de Dios encajan perfectamente con el mundo que nos rodea. Todo, para nuestro bien.
¿Y AHORA? ¿Puedes pensar en otras cosas en tu vida que podrías dar como diezmo para Dios, además del tiempo y el dinero?
SPLASH:En la antigüedad cada sábado tradicionalmente terminaba cuando se podían ver tres estrellas a simple vista en el cielo nocturno. Muchos judíos observadores del sábado todavía hoy se aferran a esa tradición.