Más cuando haces banquete, llama a los pobres, los mancos, los cojos, los ciegos; y serás bienaventurado; porque no te pueden retribuir, más te será recompensado en la resurrección de los justos. (Luc. 14:13-14)
A Dios le desagrada el interés egoísta tan a menudo manifestado para «mí y mi familia.» Cada familia que alberga este espíritu necesita ser convertida por los principios puros ejemplificados en la vida de Cristo. Los que se encierran en sí mismos, que no están dispuestos a agasajar visitas, pierden muchas bendiciones. (4TS:364) Hay muchos otros para quienes nuestro hogar puede ser una bendición. Nuestras reuniones sociales no deben regirse por los dictados de la moda mundana, sino por el Espíritu de Cristo y las enseñanzas de su Palabra. Los israelitas en todas sus festividades incluían al pobre, al extranjero y al levita, que era a la vez ayudante del sacerdote del santuario y maestro de religión y misionero. A éstos se los consideraba los huéspedes del pueblo, quienes compartían su hospitalidad en todas las ocasiones de regocijo social y religioso, y recibían solícita atención en caso de enfermedad o miseria. A tales personas es a quienes debemos acoger en nuestros hogares. ¡Cuánto podría animar un recibimiento tal a la enfermera o maestro misionero, a una madre agobiada y exhausta de tanto trabajar, o a las personas débiles y ancianas, tan a menudo desamparadas, que luchan con la pobreza y tantos desalientos… El calor de una bienvenida jovial, una silla junto al fuego, un asiento a la mesa, el privilegio de participar de la bendición de vuestra hora de oración, todo esto será para algunos de ellos como un atisbo del cielo. Nuestra comprensión debe rebasar los límites de nuestro ser y del recinto hogareño. Hay oportunidades valiosas para todos los que están dispuestos a permitir que su hogar sea una bendición para los demás. La influencia social es una fuerza maravillosa. Podemos usarla si queremos como medio para ayudar a los que nos rodean… El tiempo de que disponemos en la vida es corto. Pasaremos por el mundo solamente una vez; al pasar, saquemos el mayor provecho de la vida. (MC:331-333)