Me he hecho a los flacos flaco, por ganar a los flacos. a todos me he hecho todo, para que de todo punto salve a algunos. (1 Cor. 9:22)
Todos deberían reflexionar detenidamente para decidir en qué forma podrían ser más
útiles y convertirse en una bendición para los que los rodean.
Todos los que profesan ser hijos de Dios deben tener en mente el hecho de que son
misioneros cuando trabajan con toda clase de mentalidades. Habrá hombres que serán
falsos en su trato con sus semejantes; hallaréis al aristócrata, el vano, el orgulloso, el
frívolo, el independiente, el quejoso, el indiferente, el abatido, el fanático, el egoísta, el
tímido y los sensibles, los de mente elevada, y los corteses, los disipados, los descorteses y
los superficiales…No es posible tratar de igual manera a todos esos espíritus. Sin embargo,
todos ellos, sean ricos o pobres, encumbrados o humildes, subordinados o independientes,
necesitan bondad, simpatía, verdad y amor. Mediante el contacto mutuo nuestras mentes
deben pulirse y refinarse. Dependemos el uno del otro, y estamos ligados con los vínculos
de la fraternidad humana.
Mediante las relaciones sociales es como el cristianismo se transmite al mundo. Cada
hombre y mujer que ha gustado el amor de Cristo y ha recibido divina iluminación en su
corazón, tienen la obligación ante Dios de iluminar el sendero de los que no conocen el
camino mejor…
Debemos confesar a Cristo abierta y valerosamente, y revelar en nuestro carácter su
mansedumbre, humildad y amor, hasta que los hombres se sientan cautivados por la
hermosura de la santidad. (MS 59, 1897)
La influencia social, santificada por el Espíritu de Cristo, debe ser aprovechada para
llevar almas al Salvador…Debemos tener a Cristo en nosotros como fuente de aguas que
salte para vida eterna y que refresque a todos los que entran en contacto con nosotros.
(MC:479)