Considera los caminos de su casa, y no come el pan de balde. Levantáronse sus hijos, y llamáronla bienaventurada. (Prov. 31:27-28)
El hogar debe ser para los niños el sitio más atrayente del mundo, y la presencia de la madre en él debe ser su mayor atractivo. Los niños son de naturaleza sensible y amante. Es nfácil ponerlos contentos o hacerlos infelices… A los niños les gusta la compañía, y raras veces quieren estar solos. Anhelan simpatía y ternura. Lo que les gusta a ellos se les figura que le gustará también a la madre… En vez de despedir a sus hijos, para no verse molestada por el ruido que hacen ni por
sus pequeñas quejas, idee la madre entretenimientos o labores fáciles que tengan ocupadas las manos y las inteligencias siempre activas. Entrando en los sentimientos de sus hijos, tomando la dirección de sus diversiones y ocupaciones, la madre ganará la confianza de ellos. Con amor paciente y vigilante, puede dar buena dirección a la inteligencia de sus hijos, cultivando en ellos hermosos y atractivos rasgos de carácter. Las madres deben cuidarse de educar a sus hijos de modo que no resulten sin personalidad y ensimismados, No deben inducirlos nunca a figurarse que son centro de todo, y que todo debe girar alrededor de ellos. Algunos padres dedican mucho tiempo y atención para divertir a sus hijos; pero los niños deben aprender a divertirse solos, a
ejercitar su ingenio y habilidad. De este modo sabrán contentarse con muy sencillos placeres. Hay que enseñarles a soportar valientemente sus pequeños desengaños y pruebas. En vez de hacerles reparar en cada dolorcillo y el menor daño, distráigaselos, enséñeseles a pasar por alto leves fastidios y contratiempos. Procúrese sugerirles medios de aprender a ser atentos para con los demás. (MC:367-368) En la Palabra de Dios hallamos la hermosa descripción de un hogar feliz y de la mujer que lo preside: «Levantáronse sus hijos y llamáronla bienaventurada; y su marido también la alabó». (Health Reformer, 12-1877)