Venid, adoremos y postrémonos; arrodillémonos delante de Jehová nuestro Hacedor. (Salmo 95:6)
El Señor tiene interés especial en la familia de sus hijos terrenales. Los ángeles ofrecen el humo del fragante incienso de las oraciones de los santos. Por lo tanto, en el seno de cada familia ascienda la oración al cielo por la mañana y en la fresca hora del atardecer, presentando en nuestro beneficio los méritos del Salvador ante Dios. Por la mañana y la tarde el universo celestial presta atención a cada familia que ora. (MS 19, 1900)
Acudid con humildad, lleno vuestro corazón de ternura, comprendiendo las tentaciones y peligros que os acechan lo mismo que a vuestros hijos; por fe unidlos sobre el altar, implorando que Dios los cuide. Los ángeles ministradores velarán por los niños que de esa forma son dedicados a Dios. (1T:397-398)
El culto de la familia no debe regirse por las circunstancias. No debéis orar de vez en cuando, y luego, cuando tenéis un día de mucho trabajo, descuidar la oración. Al obrar de esa manera, conseguiréis que vuestros hijos consideren que la oración no es asunto de mayor importancia. La oración significa mucho para los hijos de Dios, y por la mañana y la tarde debería elevarse ofrendas de agradecimiento hasta el trono del Señor. El salmista dice lo siguiente: «Venid, celebremos alegremente a Jehová: cantemos con júbilo a la roca de nuestra salud». (MS 12, 1898)
Debe ser un placer adorar al Señor y participar en su obra… El quiere que los que lo adoran saquen pensamientos preciosos de su cuidado y amor, para que estén siempre contentos y tengan gracia para conducirse honesta y fielmente en todas las cosas. (CC:105- 106)
Es posible tener en nuestro hogar un pequeño templo que honre y glorifique al Redentor. (MS 102, 1901) Cuando se manifieste entre nosotros verdadera religión en el hogar, habrá también excelente religión en las reuniones. (MS 70) (30)