Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo
Jesús. (Fil.4:19)
Es difícil ejercer fe viva cuando nos encontramos sumidos en las tinieblas y el
abatimiento. Precisamente en esos momentos, más que en ningún otro, debemos ejercer fe.
«Pero—dirá alguien, en esas ocasiones no me siento dispuesto a orar con fe.» Pues,
entonces ¿permitiréis que Satanás gane la victoria, simplemente porque no os sentís
dispuestos a resistirlo? El sabe que si os puede mantener alejados de la Fuente de fortaleza,
vosotros andaréis en las tinieblas y el pecado. No hay pecado más grande que la
incredulidad. Y cuando el corazón abriga incredulidad, hay peligro de que la exprese. Hay
que mantener los labios sujetos con freno, no sea que al dar expresión a esa incredulidad no
sólo ejerzáis una influencia dañina sobre los demás, sino que os pongáis en territorio
enemigo.
Si creemos en Dios, estamos armados con la justicia de Cristo; nos hemos aferrado a
su fuerza…Hemos de hablar con nuestro Salvador corno si él estuviera a nuestro lado…
Tenemos el privilegio de llevar con nosotros las credenciales de nuestra fe: amor,
gozo y paz. Cuando así procedamos, podremos presentar los argumentos más poderosos en
favor de la cruz de Cristo.
Cuando aprendamos a andar por fe y no por sentimientos, recibiremos ayuda de Dios
precisamente cuando la necesitemos, y su paz descenderá a nuestro corazón. Tal fue la vida
sencilla de obediencia y confianza que Enoc vivió. Si aprendemos esta lección de sencilla
confianza, será nuestro el testimonio que él recibió: agradó a Dios. (HS:132-133)
Si encomendamos la custodia de nuestras almas a Dios en el ejercicio de la fe viva,
sus promesas no nos defraudarán; porque lo único que las limita es nuestra fe. (ST, 14-11-
1906) (15)
Devocional Vespertino “Mi Vida Hoy” Enero – Una vida consagrada Por: Elena G. de White