«El ayuno que a mí me agrada consiste en esto: […] en que compartas tu pan con el hambriento y recibas en tu casa al pobre sin techo; en que vistas al que no tiene ropa y no dejes de socorrer a tus semejantes» (Isa. 58: 6-8).
Los hijos de una mujer cristiana observaron con preocupación que su madre llevaba siempre el mismo viejo y desgastado abierto a dondequiera que iba, tanto reuniones familiares como eventos sociales que requerían mejor presencia. Así que le regalaron un abrigo nuevo, más digno de ella y apropiado para cualquier circunstancia.
Durante el siguiente encuentro familiar, los hijos se fijaron en que su madre llevaba nuevamente el abrigo viejo, y le preguntaron: « ¿Por qué no te has puesto el abrigo nuevo?». Ella contestó: «Porque una mujer pobre llamó a mi puerta y, cuando vi su chaqueta rota, se lo di». « ¿Pero por qué no le diste este abrigo en lugar del nuevo?», insistieron. «Porque debemos dar lo mejor que tenemos».1
Dar lo mejor de nosotras, no entregarnos a medias, es el camino al crecimiento espiritual. Porque es compartiendo nuestro propio pan con el hambriento – no el que nos sobra, sino el de nuestra mesa – como nace la luz del alba en nuestra vida; es recibiendo al sin techo en nuestra propia casa – no dándole unos dólares para que busque la vida en la calle – como nuestras heridas sanarán muy pronto; es vistiendo al desnudo con nuestra propia ropa – no solo con la que otros depositan en ADRA ni con la que ya no queremos – como la gloria de Dios nos seguirá a cada paso; es no dejando de socorrer a nuestros semejantes sino saliendo activa y premeditadamente al encuentro de sus necesidades como llegaremos a convertirnos en un manantial al que no le falta agua. No lo digo yo, es la promesa divina dejada para nosotros en Isaías 58: 6-11.
No hay nada que nos empequeñezca más como seres humanos que retener aquello que estamos en capacidad de dar para ayudar a los demás. En realidad, si lo pensamos bien, nuestras posesiones no son sino préstamos que nos ha hecho el cielo para que podamos ministrar a los necesitados, tomando el testigo de la obra que el propio Jesús hizo cuando estuvo en esta tierra. Teresa de Calcuta decía a sus colaboradores; «No tengo necesidad de que me den sus sobras; no quiero que me den lo que no necesitan. Lo que quiero es su amos y su bondad».2 Es una buena máxima por la que vivir, ¿no te parece?
“Da lo mejor que tienes y llegarás a ser lo máximo que puedas ser.” – Raph Marston
John Powell, Historias del corazón (Bogotá, San Pablo, 2011), p 67.
Madre Teresa, Orar (México D.F., Planeta, 2011), p. 43
Tomado de: Lecturas devocionales para Damas 2016 “Ante todo ser cristiana” Por: Mónica Díaz