Antes que me llamen, ya les responderé; todavía estarán hablando cuando ya los habré escuchado. Isaías 65:24, NVI.
Por muchos años, mientras estudiaba, trabajé como colportora para pagar mis estudios. El último año se me hizo muy difícil porque no podría terminar de pagar las cuotas del segundo semestre. Años anteriores, el director me había permitido pagar las cuotas después de estudiar, pero el último año me pidieron que abonara los estudios por adelantado, lo que me era imposible porque no tenía el dinero.
Acudí a Dios rogándole que interviniera. Oré: “Señor, tú sabes que pago las cuotas con mi trabajo de colportora. Por favor, ayúdame en esta situación difícil». Sabía que Dios era el único que podía ayudarme.
Al día siguiente, uno de mis clientes regulares me pidió que le llevase una “Guía del Estudio de la Biblia”. Oré mientras me dirigía a llevársela, pidiendo incluso un milagro. Llegue a la oficina del cliente y le entregue la guía. Mientras Ia miraba, oré silenciosamente y puse en sus manos el primer tomo de “Cuéntame una Historia”. Él me preguntó: «¿Qué es esto?» Le dije: «Es un libro de historias que desarrollan el carácter, y este es el primero de cuatro tomos».
El volvió a preguntar: “¿Qué quieres que haga con esto?» Le dije que yo deseaba que lo comprara. El me miro, luego miró el libro. Sin decir una palabra, me pagó no solo por ese tomo, sino por la colección completa. Le agradecí a Dios por tocar el corazón de ese hombre y permitirle tomar esa decisión.
Lo que más me impresionó fue que cuando llevé el dinero a la oficina de Publicaciones y pedí mi comisión, la cantidad que recibí era exactamente la cantidad que tenía que pagar por mis estudios. Dios había realizado un milagro para mí. Me fui de la oficina con una canción en el corazón: «Jesús resucitado está en el mundo hoy».
No podía esconder mi gozo mientras me dirigía a pagar la carga académica de mi último año de estudios. Algunas personas me miraban y sin duda se preguntaban por qué estaba tan feliz. Ellos no lo imaginaban, pero yo sabía que con ese milagro el Señor me había confirmado una vez más su amor y gracia.
Realmente servimos a un Dios fiel, que escucha nuestras oraciones y nunca nos deja sin respuesta.
Regina Achola, Uganda
Tomado de: Matinal para Colportores 2015 «Encuentros con la gracia de Dios» Compilado por Howard Faigao