Y yo he mandado a los cuervos que te den allí de comer. 1 Reyes 17: 24.
Mientras colportaba, antes de ser llamado al liderazgo, un día me dirigí a una aldea rural llamada Tambilahan. El viaje fue difícil, porque además de mis efectos personales llevaba 20 kg de libros como inventario de ventas. El largo viaje me llevó por rutas complicadas en un transporte público, y llegué a destino cerca de las 23:00. Estaba cansada y cubierta de polvo. Busqué un refugio, pero descubrí que no había ni siquiera un simple hotel ni un alojamiento.
Como mujer, ¿qué podía hacer? Me dieron instrucciones para ir hasta la casa del jefe de la aldea.
Desafortunadamente, el jefe estaba visitando otra aldea, así que su esposa instruyó a su ayudante para llevarme a la casa del jefe anterior. Me alivió pensar que me llevaban a un lugar donde podría tener un cuarto o al menos el rincón de un cuarto. Cualquier techo sería algo bueno. Pero quedé impactada al llegar… no a un hogar, sino a un edificio para animales lleno de murciélagos. Había pensado preparar mis materiales para colportar antes de dormir, pero no pude hacerlo porque estaba completamente oscuro. Tampoco pude dormir, por todos los ruidos extraños que se oían. Mi cuerpo estaba terriblemente cansado y dolorido.
AI día siguiente colporté, a pesar de no tener comida ni agua. Conseguí un pedazo de pan y un poquito de agua en dos días de colportaje, pero no logré ni una sola venta en esos días. Cuando la esposa del jefe de la aldea se enteró de que me habían tratado con tan poca hospitalidad, se enojó mucho con su ayudante y le recordó firmemente que le había dado instrucciones de alojarme en un cuarto especifico en la otra casa.
El tercer día que estuve en la aldea conocí al comisario de esa zona, y resultó ser un hombre bueno, humilde y cristiano. Compró una colección entera de nuestros libros religiosos. Luego me pregunto dónde me hospedaba y qué necesitaba. Alabé al Señor por el amable interés de este hombre. El cubrió mis necesidades.
Me hizo recordar a Elías en sus momentos de mayor necesidad, cuando Dios le dijo donde quedarse, dónde tomar agua pura: “Yo he mandado a los cuervos que te den allí de comer». Sentí que Dios había enviado su “cuervo» en el amable comisario. Fui bien recibida, y después de ese encuentro vendí casi todos los libros que tenía conmigo. ¡Dios es misericordioso en gran manera!
Mastrin Tundon, Indonesia
Tomado de: Matinal para Colportores 2015 «Encuentros con la gracia de Dios» Compilado por Howard Faigao