«Los hijos de los profetas dijeron a Eliseo: “Mira, el lugar en que vivimos contigo es estrecho para nosotros, Vayamos ahora al Jordán, tomemos cada uno una viga y hagamos allí un lugar donde habitar “Id, pues”, respondió Eliseo». (2 Reyes 6: 1-2)
Creadas por el profeta Samuel para paliar la infidelidad de la educación impartida en los hogares israelitas, las escuelas de los profetas fueron, como hoy lo son las escuelas adventistas, una providencia divina, en favor del pueblo de Dios. Elena White las describe así: «Estas escuelas tenían por objeto servir como barrera contra la corrupción que se propagaba por todas partes, atender al bienestar mental y espiritual de la juventud, y estimular la prosperidad de la nación, proveyéndola de hombres preparados para actuar en el temor de Dios [. . .].
Los alumnos de estas escuelas se sostenían cultivando la tierra, o realizando algún otro trabajo manual. [. . .] En esas escuelas, los principales temas de estudio eran la Ley de Dios, con las instrucciones dadas a Moisés, la historia, la música sagrada y la poesía. […] En los relatos de la historia sagrada, se rastreaban las pisadas de Jehová. […] Se fomentaba el espíritu de devoción y no solo se enseñaba a los alumnos que debían orar, sino la forma de hacerlo, de acercarse al Creador, de ejercitar la fe en él y de comprender y obedecer las enseñanzas de su Espíritu» (La educación, págs. 46-47).
Elías y Eliseo combinaron su ministerio entre el pueblo con la enseñanza en los tres centros de Gilgal, Betel y Jericó. «Eliseo se esforzó por hacer progresar la importante obra educativa que realizaban las escuelas de los profetas. En la providencia de Dios, sus palabras de instrucción a los fervorosos grupos de jóvenes allí congregados, eran confirmadas por las profundas instancias del Espíritu Santo, y a veces por otras inequívocas evidencias de su autoridad como siervo de Jehová» (Profetas y reyes, pág. 181).
En el tiempo de su apogeo, estas escuelas contribuyeron a poner los cimientos de la prosperidad que caracterizó los reinados de David y Salomón. Asimismo, las instituciones educativas adventistas, herederas de aquellas escuelas de los profetas, son hoy una bendición del Señor para la iglesia. Las regiones que gozan de una infraestructura pedagógica bien organizada prosperan tanto en la ganancia y conservación de las almas como en los recursos económicos de que disponen.
Ora por las escuelas adventistas. Ruega a Dios para que sus maestros estén a la altura de su sagrada vocación y que sus alumnos puedan ser formados en el Iiderazgo cristiano.
Tomado de: Lecturas devocionales para Adultos 2015 “Pero hay un Dios en los cielos” Por: Carlos Puyol Buil