«Pide con todas tus fuerzas inteligencia y buen juicio; entrégate por completo a buscarlos, cual si buscaras plata o un tesoro escondido. Entonces sabrás lo que es honrar al Señor; ¡descubrirás lo que es conocer a Dios!» (Proverbios 2: 3-5)
Gary, un joven empresario de Michigan, Estados Unidos, voló hasta Cayo Hueso para pasar allí unos días de vacaciones. Cansado del estrés, decidió pasar las dos semanas que tenía de vacaciones en las playas de la Florida buscando restos de naufragios. Cada día, Gary caminaba por la orilla y recogía conchas, trozos de madera con formas extrañas y restos de barcos que habían naufragado.
Durante uno de sus paseos, Gary divisó una elevación de la playa y, movido por la curiosidad, se acercó. Entonces vio como un pequeño y oscuro agujero. Esperando encontrar un nido de pájaros abandonado, metió la mano hasta el fondo. Palpó la zona hasta que tocó lo que creyó que eran huevos de ave. Los agarró y sacó la mano del agujero, pero cuando observó lo que sostenía en su mano, se percató de que aquellos guijarros redondeados y blandos no eran huevos de pájaro, sino bolas de arcilla dura de color gris y de diferentes tamaños; algunas pequeñas como un guisante y otras tan grandes como una pelota de golf. Decepcionado porque lo que había encontrado parecía no tener valor alguno, Gary se guardó las bolas de arcilla en el bolsillo y bajó hasta la playa.
El sol comenzó a fundirse entre la bruma del atardecer, y Gary caminó de vuelta al hotel deteniéndose para practicar su puntería. Lanzaba las bolas de arcilla contra trozos de madera y, de vez en cuando, hacía rebotar algunos guijarros sobre la superficie del mar. Cuando llegó al hotel, en su bolsillo no quedaba ninguna de aquellas extrañas bolitas de arcilla.
Transcurridas las dos semanas de vacaciones, Gary volvió a su casa. Mientras separaba la ropa sucia, comprobó los bolsillos y encontró uno de los guijarros de arcilla más pequeños. Hizo rodar la bolita varias veces sobre la palma de su mano recordando aquel maravilloso día que había pasado en la playa. Gary decidió guardar aquella bolita como un bonito recuerdo de sus vacaciones.
(Continuará…)
Tomado de: Lecturas devocionales para Menores 2014 “En la cima” Por: Kay D. Rizzo