«No hagan sus buenas obras delante de la gente solo para que los demás los vean» (Mateo 6: 1).
La mesa caoba del comedor estaba cubierta de periódicos, tijeras, papeles de colores y botes de pegamento. Patti y Helen cuchicheaban entre ellas mientras entrelazaban las tiras de papel de intensos colores para hacer cestas. Era divertido repartir cestas de flores el 1° de mayo, pero lo más divertido era entregarlas de forma anónima y sin que nadie las viera a ellas. Cada año, las niñas elaboraban cestas y las llenaban de violetas que recogían en un prado abandonado que había detrás de la iglesia. Entonces regalaban aquellas cestas a sus vecinos. Llamaban a los timbres y se escondían entre los arbustos para poder ver sus caras de felicidad.
—Podemos hacer una para la señora Fairfield —dijo Patti—. Hace las mejores galletas de chocolate.
—¡Sí! —dijo Helen—. Y otra para la señora Tague, y otra para el señor Brown y…
—Y no podemos olvidarnos del señor Bryant —recordó Patti—. Veamos, contando a mi madre y a tus padres, necesitaremos, al menos, ocho cestas.
Con el paso de los años, Patti y Helen añadieron a tantas personas a su lista del 1o de mayo que tenían que empezar a elaborar las cestas dos semanas antes. También incluyeron a gente de la clínica que estaba calle abajo.
La tradición de hacer y regalar cestas en esa fecha se convirtió en un hábito para Patti. A día de hoy, ya no limita sus actos de generosidad a un día o a una semana al año. Su juego de las cestas secretas ha dado paso a lo que ella llama «dinero para jugar». Consiste en una cantidad de dinero que Patti separa de su sueldo para «jugar» ayudando a alguien en secreto. Empezó a llamarlo dinero para jugar porque resultaba muy divertido dar a los demás sin que supieran quién era responsable de ello; era como jugar a un juego. Patti ha pagado en secreto las matrículas escolares de algunos estudiantes, facturas médicas y hospitalarias de personas mayores de su iglesia y ha regalado a algunos padres una noche de hotel con todos los gastos pagados.
Debo admitir que Patti es una mujer rica, no por tener mucho dinero, sino porque tiene mucha alegría y felicidad. Prueba a jugar al juego de Patti. Quizás tú también puedas «enriquecerte».
Tomado de: Lecturas devocionales para Menores 2014 “En la cima” Por: Kay D. Rizzo