“ Los hijos de Sion, preciados y estimados más que el oro puro, ¡Cómo son tenidos por vasijas de barro, obra de manos de alfarero! “ Lamentaciones 4:2
Te detuviste alguna vez para preguntarte qué eres? ¿Hiciste un alto en el complicado trajín de esta vida para observar a tu alrededor? Gente que corre, rostros desencajados, acciones sospechosas, burlas, peleas y otras atrocidades que exceden nuestra más exagerada imaginación. ¿Qué somos? ¿Una máquina con frenos gastados? En cierto modo, sí… pero tan perfecta como no hay ni habrá quien pueda igualarla; una “máquina” que piensa, camina, trabaja, ama, es generosa, puede odiar y ser celosa. Como máquinas tenemos una batería invisible, poderosa, y ¡milagrosamente recargable! Con 36°C, como si fuera máquina a vapor, impulsa su corriente carmesí por todas las piezas que la componen. Así da vida a los aparatos circulatorio, respiratorio, digestivo, etcétera (ver Mente, carácter y personalidad, t. 1, p. 119).
La comparación con una máquina es atractiva, pero me gusta más ser comparada con una obra de arte: “Entonces Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente” (Gén. 2:7). Nuestro Dios tomó “tierra virgen” pura, sin contaminación e hizo esa maravillosa vasija viviente.
Lamentablemente, la raza humana desobedeció las leyes divinas y hoy vemos los resultados. “Y descendí a casa del alfarero, y he aquí que él trabajaba sobre la rueda. Y la vasija de barro que él hacía se echó a perder en su mano; y volvió y la hizo otra vasija, según le pareció mejor hacerla. […] ¿No podré yo hacer de vosotros como este alfarero […]? dice Jehová. He aquí que como el barro en la mano del alfarero, así sois vosotros en mi mano” (Jer. 18:3, 4, 6).
El divino Alfarero ama su obra más que al oro puro (Lam. 4:2). Desea que sus criaturas seamos dóciles, que le dejemos seguir trabajando y perfeccionando su obra de arte.
Permitámosle que nos siga puliendo en el torno divino y nos transforme con abundante agua del Espíritu (Juan 4:14) en una hermosa porcelana, transparente, sonora y atractiva. Solo así se podrá ver en nosotras la pureza, la alegría y la luminosidad que otorga el amor de Jesús.
Eugenia Schiavo de De Sousa Matías, Argentina
Tomado de: Lecturas devocionales para Damas 2014 “De mujer a mujer” Por: Pilar Calle de Hengen