«Voy a crear un cielo nuevo y una tierra nueva. Lo pasado quedará olvidado, nadie se volverá a acordar de ello. Llénense de gozo y alegría para siempre» (Isaías 65:17, 18).
Los ojos de Melinda se llenaron de lágrimas al contemplar el horizonte. ¡Cómo extrañaba las suaves colinas y los pequeños poblados de la campiña inglesa! Esta tierra salvaje e inhóspita la asustaba más que los grandes edificios de Nueva York que había visto antes de dirigirse con su esposo hacia el Oeste americano.
Cuando su esposo Arnold se enteró de que el presidente Benjamín Harrison abría el territorio de Oklahoma para los colonos, comenzó a empacar una vez más sus pocas pertenencias. La joven pareja emprendió el recorrido desde Nueva York hasta la frontera con Kansas. Junto a otros cincuenta mil ansiosos colonos, acamparon durante la noche del 21 de abril. Comerciantes, banqueros, agentes de bienes raíces, maestros y vaqueros, esperaban el disparo del rifle que daría inicio a la ocupación del territorio.
Los primeros años en las llanuras fueron difíciles. No llovía, los cultivos se perdían, y algunos indios complicaban la supervivencia. Las cartas que llegaban de su país hablaban de nacimientos, matrimonios y muertes de seres queridos. Pero en el árido Oeste americano, los días eran tan predecibles como rutinarios. Lavar la ropa, hacer pan, recoger los huevos… «Ya está bueno de anhelar lo que jamás podrá ser —dijo Melinda con tono regañón mientras recogía la ropa y regresaba al oscuro interior de su pequeña casa rural—. ¡Dejemos de soñar!». Melinda y Arnold eran dos jóvenes que se habían decidido por la promesa de una nueva tierra en la que pudieran construir y habitar su propia casa.
Hace mucho tiempo, el Presidente del universo estableció una fecha para abrir el territorio del cielo. El cielo no es una tierra vacía y endurecida, sino una con terreno fértil en el que los árboles frutales no se marchitan bajo el sol, sino que producen frutos en abundancia. Y lo mejor de todo es que no estaremos solos, sino rodeados eternamente por amigos y familiares que nos amarán. Aunque aún no se ha anunciado la fecha, yo quiero estar esperando en la frontera de la tierra nueva, lista y ansiosa por entrar. ¿Y tú?
Tomado de: Lecturas devocionales para Menores 2014 “En la cima” Por: Kay D. Rizzo