«Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mi, aunque muera, vivirá» (Juan 11: 25).
Durante la guerra anglo-estadounidense de 1812, Samuel Wilson era el propietario de una importante empresa de empacado de productos cárnicos de las afueras de Nueva York. Un día, la oportunidad de servir a su país tocó a su puerta en forma de funcionario del gobierno. «Nuestro ejército está formado por hombres muy hambrientos y debemos garantizar el suministro de alimentos para las tropas. ¿Está usted dispuesto a venderle sus productos al ejército?», le preguntó el hombre.
Wilson accedió. Un día, un grupo de visitantes que estaba conociendo la planta de empacado, se fijó en que en los toneles de carne estaban las siglas EA-US. «¿Qué significan esas siglas?», preguntaron. EA significaba «Elbert Anderson», el contratista a quien iba dirigido el producto; y US significaba «Uncle Sam», es decir, Tío Sam en inglés, por el dueño de la empresa de empacado. Parece ser que ellos usaban la expresión «Tío Sam», pero a modo de chanza. Sin embargo, a partir de esta experiencia, la expresión adquirió un significado muy positivo.
En breve, desde Nueva York hasta los campos de batalla de Pensilvania, la carne de Samuel Wilson fue conocida como la «carne del Tío Sam». Tiempo después, un caricaturista de un periódico hizo un dibujo de un hombre alto vestido con los colores de la bandera de Estados Unidos, y lo llamó Tío Sam. En 1961, el congreso de Estados Unidos aprobó una resolución reconociendo al «Tío Sam» Wilson de Nueva York como «el progenitor del símbolo nacional de Estados Unidos». Muchos niños reconocen la figura del Tío Sam, pero pocos han oído hablar de Samuel Wilson, el verdaderoTío Sam. A pesar de que su leyenda aún perdura, este hombre yace olvidado en un cementerio.
Algunas personas que escuchan las historias de Jesús se maravillan con sus enseñanzas y celebran su vida y su muerte, pero se niegan a dejarle que cambie sus vidas. Lo consideran una leyenda, igual que la del Tío Sam. Pero aunque viajen miles de kilómetros para visitar su tumba, la encontrarán vacía. Y es que la historia de Jesús es más que una leyenda. El no es una pila de polvo y huesos que yacen en alguna colina de Palestina; es un Salvador vivo. El venció el pecado y la muerte por nosotros.
Tomado de: Lecturas devocionales para Menores 2014 “En la cima” Por: Kay D. Rizzo