«Obedece mis palabras, hijo mío; guarda en tu mente mis mandamientos» (Proverbios 7: 1).
¿Recuerdas lo que te conté de Hetty Green, una de las mujeres más tacañas de la historia? Hetty tuvo dos hijos: Ned y Sylvia. Tras heredar la mitad de los cien millones de dólares de su mamá en 1916, Ned, que había perdido una pierna por culpa de la tacañería de su mamá, malgastó el dinero a un asombroso ritmo de tres millones de dólares al año. Cuando murió, dejó la mitad al estado de Massachusetts, en un gesto que habría encolerizado a su difunta madre, que odiaba la beneficencia.
Su hermana Sylvia también siguió los pasos de su madre. Le encantaba el dinero y odiaba a la gente. Aunque gastó millones de dólares en una casa nueva, la decoró con los muebles de su madre, y vivió aislada hasta que murió en soledad, sin ningún pariente a su lado. Su dinero fue repartido entre sesenta y tres fundaciones de caridad. Lo único que el tesoro de los Green trajo fue desdicha y soledad. Sin embargo, hay un verdadero tesoro que dará alegría y satisfacción a quien lo posea: la Palabra de Dios. Cuando memorizamos las promesas de la Biblia, las hacemos nuestras y podremos usarlas vez tras vez. Si tienes problemas para retener los tesoros de la Biblia, puedes intentar lo siguiente:
Escoge un momento para memorizar las promesas bíblicas en el que tu mente esté libre de distracciones. Para algunos el mejor momento es temprano en la mañana.
Apréndete la referencia repitiéndola cada vez que repitas el versículo.
Lee el versículo muchas veces, de manera silenciosa o en voz alta. Al escucharte, estarás grabándolo en tu mente.
Divide el versículo en frases cortas. Apréndete las frases una por una, y después las vas uniendo.
Es preferible aprender un poquito bien, que un montón mal.
Repasa el versículo de diez a veinte veces. Luego repítelo durante todo el día.
Sé creativo. Ponle una melodía al versículo y cántalo. También puedes ilustrarlo con un dibujo, o aplicarlo a una historia.
Compártelo con alguien.
Aplícalo a una situación de tu diario vivir.
Recítale a Dios la promesa cuando ores, agradeciéndole por su Palabra.
Tomado de: Lecturas devocionales para Menores 2014 “En la cima” Por: Kay D. Rizzo