Todos tenemos días buenos, algunos los llamamos temporadas de bonanza o una buena racha, en ese momento todo sale de la mejor manera, o por lo menos eso parece. Normalmente las buenas épocas aparecen después de haber pasado por una tempestad o dificultad grande, como diría un popular refrán, “después de la tormenta llega la calma”.
Usualmente algunos cuando nos encontramos en los momentos de adversidad doblamos las dosis de oración, empezamos a darnos cuenta que nuestra fe debe aumentar, queremos acercarnos más al que sabemos es la fuente de poder. Las personas se acercan a decirnos “todo esto pasará” y en nuestro mayor intento por ser optimistas pensamos “en un tiempo esto solo será una historia que contaré y me reiré” y en realidad no hay nada de incierto en todo eso, por el contrario de las dificultades es de donde Dios saca lo peor de nosotros para darnos lo mejor de Sí. Es en esos momentos donde reconocemos el poder y la grandeza de su mano, por que nos damos cuenta lo incapaces que somos.
Pero cuando todo esto termina, cuando pasa la tormenta y llega la verdadera calma van pasando los días y ya no parece tan necesario orar tan constantemente. Vamos sintiendo la tranquilidad de estar en un buen momento, a tal punto que olvidamos de dónde hemos sido sacados, olvidamos que esas palabras que solían decirnos las personas en tiempos de tempestad se aplican para todos los momentos de nuestra vida, “todo esto pasará”.
Si hoy te encuentras pasando por un momento difícil, todo eso pasará y aún si te encuentras pasando por un muy buen momento, esto también pasará. Quizá las personas y algunas cosas permanezcan, pero las situaciones a tu alrededor definitivamente pasarán.
Y pensarás entonces, ¿qué sentido tiene? En realidad tiene mucho sentido, tiene sentido pensar que el plan de Dios es que confíes, que aprendas a entender que todo tiene una solución. Que si bien hoy estás mal, mañana podrás estar bien y si vuelves a estar mal, entiendas que pronto todo pasaré, que en realidad siempre vuelves a estar mejor de lo que estabas antes.
Pero lo que es más importante en todo esto, es comprender que aún en los momentos buenos es cuando más debemos buscar de Dios, o ¿acaso es mucho más fácil buscar una linterna en medio de la tormenta, cuando no hay fluido eléctrico ni puedes ver por dónde caminas? o ¿tener preparado un equipo completo a la mano para que, cuando llegue el momento de la tormenta estar preparados?
Si estás en momentos de paz, mi querido hermano es momento de orar mucho más, es momento de preparar tu comunión con Dios, es momento de entregar tus planes y tu voluntad, para que, cuando vuelva la tempestad, no te toque buscar alguna linterna, no tengas que correr a oscuras en medio de la lluvia y la noche, sino que, cuando eso suceda, tengas en tu mano la luz maravillosa de Cristo Jesús, que alumbrara tu camino y no te permitirá sentirte solo, triste o desamparado. Por el contrario, caerán a tu diestra mil y diez mil, pero tu permanecerás en pie, porque durante los momentos de paz supiste estar tomado de la mano de la fuente de vida eterna que es Cristo Jesús.