“¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria?» 1 Corintios 15:55
Hacía dos meses que en una de las clínicas de Cochabamba, Bolivia, había fallecido Félix Quiroga, un joven de veinte años, que desde hada seis padecía leucemia. Su madre no había escatimado esfuerzos ni recursos para ver al hijo libre de aquella enfermedad. Hacía varios años habíamos conocido a la familia Quiroga en Sucre. Entonces, Félix tenía nueve años y era un niño feliz que participaba activamente de las actividades de la iglesia.
Cuando Félix, acompañado por su madre, viajaba constantemente de Sucre a Cochabamba para su tratamiento médico, mi esposo oró muchas veces con él. Tenía una enorme fuerza de voluntad y luchaba sin tregua contra la enfermedad. A pesar de sus deseos de vivir, todo se desencadenó muy rápidamente, y él entró en el sueño del cual solo despertará el día glorioso de la venida de nuestro Señor.
No se puede consolar fácilmente el corazón roto de una madre que pierde a un hijo; más aún si ese hijo le deja un mensaje de gratitud y cariño en su computadora. El dolor la ahogaba. Los días pasaron y Juana buscaba consuelo en las promesas divinas, pero el enemigo usó a algunos seres queridos de su entorno para sembrar dudas y desconfianza acerca de la esperanza que ella abrigaba.
Una de las preguntas que se hacía sin hallar respuesta era: “¿Por qué el Señor no escuchó mi pedido de ver sano a mi hijo?”.
Mucha gente desesperada se hace preguntas similares a esta, y es ahí donde el enemigo gana terreno; pero nuestro buen Dios, en su amor y sabiduría, nos ha dado una respuesta segura que une la verdad, el consuelo y la esperanza. Jesús comparó la muerte con el sueño (Juan 11:11). La esperanza que nos mueve es que cuando Jesús vuelva por segunda vez, los muertos en Cristo resucitarán primero (1 Tes. 4:16), y lo más maravilloso: ¡resucitaremos transformados e incorruptibles! (1 Cor. 15:51, 53).
Amiga, cuando el dolor te clave su aguijón, o pases por una situación similar, o te encuentres con una madre que atraviesa el mismo camino que Juana, escúchala y conéctala (1 Tes. 4:18) con la gran esperanza: Jesús tiene poder para resucitarnos y damos vida eterna (Juan 11:25).
Elizabeth Chuquimia de Acnuta, Bolivia
Tomado de: Lecturas devocionales para Damas 2014 “De mujer a mujer” Por: Pilar Calle de Hengen