Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas, y las mías me conocen. Juan 10:14
Lugar: Israel
Durante la Primera Guerra Mundial, un grupo de soldados estaba viajando por el campo, cerca de la ciudad de Jerusalén. Mientras caminaban, vieron un rebaño de ovejas comiendo cerca de la cumbre de un cerro.
—Miren allá —dijo uno de los soldados, señalando una figura quieta, tirada sobre el suelo.
—El pastor está profundamente dormido —dijo otro—. Parece que esta noche tendremos una fiesta.
Los soldados se acercaron en silencio a las ovejas, y comenzaron a arrearlas cerró abajo. Sus balidos despertaron al pastor. Se restregó los ojos somnolientos, y luego se despertó rápidamente cuando se dio cuenta de lo que estaba sucediendo.
Tomando su vara, el pastor comenzó a correr cerró abajo. Luego, se detuvo. ¿Qué podía hacer él, contra un grupo de soldados armados? No había nada que hacer. Abatido, el pastor comenzó a caminar de regreso hacia arriba, para recoger sus cosas.
De pronto se le ocurrió una idea. Dándose vuelta, llamó a sus ovejas como lo hacía siempre. Las ovejas inmediatamente reconocieron la voz de su pastor y supieron lo que debían hacer. Ahora, los soldados se sintieron impotentes, mientras las ovejas trepaban el cerro hacia su pastor… y hacia la seguridad.
Las Escrituras a veces describen a los seguidores de Dios como ovejas. Jesús dijo: «Yo soy el buen pastor; conozco a mis ovejas, y ellas me conocen a mí». Él hablaba de nosotros. Como sus ovejas, conocemos su voz y lo seguimos.
Hoy, conozcamos mejor a nuestro Pastor para que, cuando oigamos su voz, reconozcamos su llamado. Seamos miembros fieles y obedientes de su rebaño.
Tomado de: Meditaciones Matinales para Menores 2013
“En algún lugar del mundo”